Estados Unidos comenzó a enviar de vuelta a su país a haitianos que habían acampado en una localidad fronteriza de Texas, al tiempo que im...
Estados Unidos comenzó a enviar de vuelta a su país a haitianos que habían acampado en una localidad fronteriza de Texas, al tiempo que impedía el paso a otros que querían cruzar la frontera desde México. La gran demostración de fuerza dio inicio a la que podría ser una de las mayores y más rápidas expulsiones estadounidenses de migrantes y refugiados en décadas.
Más de 320 migrantes llegaron el domingo a Puerto Príncipe en tres vuelos, y Haití señaló que esperaba otros seis vuelos el martes. En total, las autoridades estadounidenses preveían expulsar a muchas de las más de 12.000 personas acampadas en torno a un puente en Del Río, Texas, tras cruzar desde Ciudad Acuña, México.
Estados Unidos tiene previsto organizar siete vuelos diarios de expulsión a partir del miércoles, cuatro a Puerto Príncipe y tres a Cap-Haitien, según un funcionario estadounidense que no estaba autorizado a comentar el tema de forma pública. Los vuelos seguirán saliendo desde San Antonio, aunque las autoridades podrían añadir otra ruta desde El Paso, añadió.
El único ejemplo evidente de expulsión masiva sin oportunidad de pedir asilo se dio en 1992, cuando la Guardia Costera interceptó a refugiados haitianos en el mar, dijo Yael Shacher, activista estadounidense en Refugees International, y que basó sus estudios de doctorado en la historia de la ley de asilo en Estados Unidos.
En años con picos de inmigración se ha deportado a grupos de mexicanos igual de numerosos, pero los traslados se hicieron por tierra y no de forma tan repentina.
También migrantes centroamericanos han cruzado la frontera en contingentes similares sin verse sujetos a expulsiones masivas, aunque México ha acordado recibirlos desde Estados Unidos dentro de un mandato asociado a la pandemia introducido en marzo de 2020. México no acepta a haitianos expulsados ni a personas de otras nacionalidades salvo mexicanos, guatemaltecos, hondureños y salvadoreños.
Cuando cerró la frontera el domingo, en un principio los inmigrantes encontraron otras formas de cruzar por la zona, hasta que dieron con agentes federales y estatales. Un reportero de Associated Press vio migrantes haitianos que seguían cruzando el río a Estados Unidos unos 2,4 kilómetros (1,4 millas) al este del punto de cruce anterior, pero finalmente fueron detenidos por agentes a caballo de la Patrulla Fronteriza y fuerzas de seguridad texanas.
Algunos haitianos cruzaban el río con cajas sobre la cabeza llenas de comida. Varios se quitaron los pantalones antes de entrar en el río y los mantenían fuera del agua. Otros no parecían preocupados por mojarse.
Los agentes gritaban a los migrantes que cruzaban, con el agua hasta la cintura, y les decían que salieran del agua. Los cientos de personas que habían logrado cruzar y esperaban en la rivera estadounidense recibieron órdenes de dirigirse al campamento en Del Río. Agentes mexicanos en una lancha dijeron a otros que querían cruzar que volvieran a México.
Charlie Jean había cruzado de vuelta, desde los campamentos a Ciudad Acuña, para conseguir comida para su esposa y sus tres hijas, de 2, 5 y 12 años. Esperaba en el lado mexicano a que un restaurante le entregara un pedido de arroz. “Necesitamos comida para todos los días. Yo puedo pasar sin ella, pero mis hijas no”, dijo Jean, que vivió en Chile durante cinco años antes de emprender el viaje al norte, hacia Estados Unidos. No se sabía si había podido volver a cruzar el río y llegar al campamento.
México anunció el domingo que también empezaría a deportar a haitianos a su país. Un funcionario señaló que los vuelos saldrían de ciudades cerca de la frontera con Estados Unidos y de la frontera con Guatemala, donde permanece el grupo más grande de migrantes.
En los últimos años, un gran número de haitianos ha emigrado a Estados Unidos desde Sudamérica. Muchos de ellos salieron de su país caribeño tras un devastador terremoto en 2010. Cuando se acabaron los empleos asociados a los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro, muchos emprendieron a pie, en autobús y en auto el peligroso viaje hacia la frontera de Estados Unidos, que incluía pasar por la temida Jungla del Darién en Panamá.
Algunos de los migrantes en el campamento de Del Río dijeron que otro terremoto reciente en Haití y el asesinato del presidente, Jovenel Moïse, les hacían temer el regreso a un país que parece más inestable que cuando se marcharon.
“En Haití no hay seguridad”, dijo Fabricio Jean, un haitiano de 38 años que llegó a Texas con su esposa y sus dos hijas. “El país está en una crisis política”.
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